Cultura de la Música: La Ópera Romántica
LA ÓPERA ROMÁNTICA
DEFINICIÓN
Durante el Romanticismo, la ópera llegó a ser un género de gran importancia y enorme popularidad. Recordemos que contiene las mismas características que una representación teatral, excepto en que las palabras se emiten cantando. Por ello no la pueden representar sino profesionales del canto en los respectivos registros, que también deben poseer buen dominio del juego escénico.
Como la música vocal obedece al metro y al ritmo, el texto que prosa no es apto para el canto, lo que obliga a someter el argumento a una reelaboración poética versificada que lo adecue a ese fin. Además de la escenografía, coreografía, iluminación, vestuario, etcétera, en la ópera tiene importancia el acompañamiento instrumental, para que es menester una orquesta completa.
La ópera es, pues, uno de los espectáculos artísticos más completos, al congregar valores diversos como los literarios del argumento, los poéticos de la versificación, los pictóricos de la escenografía, los plásticos de la coreografía, además de los musicales: canto a solo, dúos, tríos y cuartetos, grandes masas corales, y la orquesta cuya función, como ya dijimos, llega a ser tan importante como en una sinfonía.
Ha sido la última gran invención en el género representativo, y puede decirse que reúne en ella todo cuanto se había intentado hasta entonces, pero perfeccionado hasta alcanzar la jerarquía de obra de arte en muchas de sus expresiones máximas.
Algunos de los éxitos de la televisión de 1980, consistentes es espectáculos en los que se alternaban el diálogo con música instrumental, canto y danza, imitaban a veces, aunque sin alcanzar su calidad, a algunos de los espectáculos que mencionamos más arriba.
El incomparable arte declamatorio de los grandes actores del teatro universal, y la música vocal instrumental de la ópera, han servido para cimentar el éxito del cinematógrafo, que aprovechó las experiencias de ambos géneros en muchas de las mejores películas.
ANTECEDENTES
La ópera romántica desechó el tratamiento de la historia antigua y las leyendas mitológicas, y buscó en la historia y leyendas del propio país, el cuento o relato fantástico, lo "folklórico", y el canto popular, aquello que estimaba representativo del ingenio y el sentir nacional.
En sus comienzos y hasta el Romanticismo, la ópera consistía en "números" musicales entre los cuales se intercalaban diálogos que se recitaban y se llamaron "recitativos", fluctuando entre el habla y el canto, con leve apoyo del clavicémbalo, o tenue acompañamiento orquestal. Así son, por ejemplo, La flauta mágica de Mozart y el Freischütz de Weber.
Ello motivó la denominación de "ópera de número", pues cada una de las partes cantadas o instrumentales lleva números correlativos.
Contrastaba en ello que un mismo personaje se expresara cantando un "número", y a continuación se redujera a hablar. Rossini usaba esos "recitativos", pues volcaba toda su invención melódica en las arias, dúos y conjuntos vocales; éstas eran simétricas, pues cada una era melodía por sí, con principio y fin, sin negarle por ello la belleza que aún el oyente actual valora y aguarda anhelante para aplaudir con entusiasmo al cantante.
Culminaba por entonces la importancia del "divo", es decir, el cantante que era un "virtuoso" de la "laringe" (arte del "bel canto") y que hacía de las partes que se le confiaban interpretaciones personales que pocas veces respetaban lo escrito por el autor.
Fue Rossini quien, aleccionado por esa anarquía de los más célebres cantantes, siendo a su vez el compositor más famoso de Europa, resolvió que "todos los adornos serían parte integrante del canto y estarían escritos en su totalidad en la partitura".
De esta manera el "virtuoso" hubo de dejar de lado su originalidad o expresión particular, para convertirse en intérprete de la obra, tal como lo había compuesto el autor, reduciendo las libertades que se tomaba.
Verdi, a su vez, sustituyó los recitativos por pasajes cantados o comentarios orquestales, donde el drama y la música se unen: así como la música hace resaltar el contenido del argumento, éste impulsa a la música.
Wagner llevó esta modalidad a su punto máximo, con una música en la cual la melodía cantada u orquestal es constante, pues un tema se enlaza con otro, hasta llegar a lo que se llamó la "melodía infinita".
EL DRAMA MUSICAL
Así llamó Wagner a sus óperas más importantes, como Lohengrin, Tristán e Isolda, Parfisal, etcétera en las que lo "dramático-visible", se une a lo "acústico-musical", para diferenciarlas de las óperas de estilo italiano y llegar a la obra de arte integral, de poesía y música unidas.
Él quiso que la música estuviera siempre al servicio del drama y que todo en la escena, los personajes, las palabras y la música, se adaptara a la íntima necesidad del desarrollo de la acción señalada por el argumento.
Por ello en sus óperas no existe la división en partes cantadas por "divos" que exhiben su virtuosismo, sino una melodía constante en la que se unen entre sí los distintos "leit-motiv" (motivos conductores) que, de antemano, se han escuchado en la "obertura".
Comentarios
Publicar un comentario
Comunícate por precios económicos para clases particulares