Cultura de la Música: La Música en Argentina

 La Música en Argentina

desde 1810 


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"Los revolucionarios de Mayo canta; la patria naciente es poemática y la canción patriótica vuela en hojas impresas o manuscritas y se desparrama en letrillas, cielitos, glosas, endechas, por todos los rumbos del país"

Gesualdo, Historia de la Música Argentina, página 161 - Beta, 1961



Desde la batalla de Suipacha, en 1810, hasta la de Ituzaingó en 1827, todos los hechos de armas que se produjeron tuvieron siempre su eco en la vena poética de los patriotas. El teatro fue puesto al servicio de la revolución y la figura de Luis Ambrosio Morante (1784 - 1837) mereció honras del Cabildo por su obra "El 25 de Mayo", la cual incluía  trozos musicales de Blas Parera y fue poderoso acicate para la concreción de las jornadas que culminaron con la independencia argentina. 

Pero aquellos prohombres querían una patria ennoblecida también por la cultura. En 1817 se constituyó la Sociedad del Buen Gusto, presidida por Esteban de Luca y en cuya comisión se hallaban Belgrano, Lafinur y el mismo Morante. Por entonces el músico más importante Blas Parera, que había sido autor de nuestro Himno; como tantos extranjeros, asistió con valor a las jornadas de la Defensa y la Reconquista, durante las invasiones inglesas. 

La Sociedad del Buen Gusto organizó conciertos y representaciones de piezas escénico-musicales, cuyo género preciso es incierto, dada la ambigüedad de los datos disponibles, pero llenaban el propósito de ir despertando inquietudes hacia la vida del espíritu, en los habitantes. El nombramiento de Bernardino Rivadavia en 1821, como ministro de Gobierno, inició una época de adelanto y progreso; creó entre otras instituciones, la Sociedad Filarmónica.

Al año siguiente José Picazarri, al regresar de Europa con su sobrino, Pedro Esnaola, fundó la Academia de Música, y a tal fin el gobierno de Rivadavia le cedió las piezas altas del Consulado y costeó la enseñanza de varios jóvenes que estudiaban canto. En la inauguración, que se realizó con la presencia de las más altas autoridades, llamaría la atención la ejecución en el piano del joven Esnaola, que contaba 14 años y mostró brillantes condiciones. 

Por entonces vendrían a Buenos Aires cantantes de mérito que integraron el elenco del Teatro Coliseo, que en 1825 pudo poner en escena con éxito la ópera de Rossini El barbero de Sevilla, en una presentación verdaderamente encomiable, según el viajero E. Temple. (Gesualdo, ob. cit., pág. 232).

Bajo la dirección de Rosquellas y el violinista Massoni, en 1827 se estrenaron las óperas: Don Juan, de Mozart y Otelo, de Rossini. También dirigido por Rosquellas, en 1832 se efectuó un concierto en el que se escucharon fragmentos de los oratorios "La Creación", de Haydn, y El Mesías, de Haendel. 

Escribe Luis Cánepa que el Teatro del Buen Orden, ubicado en la calle Rivadavia al 1000, era de reducidas dimensiones y destinado al público de menores recursos. Como la sala estaba pintada de rojo, en 1854, después de Caseros, el color fue reemplazado por los colores nacionales. En el  recinto se estrenaron las óperas La hija del regimiento, de Donizzetti y Fra Diávolo, de Auber. 

Hacia el año 1855 actuaron Segismundo Thalberg y Luis Moreau Gottschalk, ambos célebres pianistas, y Pablo de Sarasate, violinista de fama mundial. Con la radicación que años después efectuaría Jacques Thibaud, se fue creando el clima adecuado para que los elementos más entusiastas y con serias disposiciones musicales, se asociaran en un movimiento que iba a conducir al nacimiento de verdaderos centros de estudios musicales. 


PRIMEROS TEATROS


En 1757 se inauguró en Buenos Aires el primer Teatro de Óperas y Comedias, al que siguió años después, en 1783, el de la Ranchería, ubicado en la calle Perú y Alsina, donde hoy corre la diagonal Julia A. Roca. En 1803, aproximadamente, se inauguró el Coliseo Provisional en la calle Reconquista y Cangallo, frente a la iglesia de la Merced. "Su primer músico, maestro, compositor y director de orquesta fue el músico catalán Blas Parera, percibiendo 70 pesos por mes y el producto líquido de una función por año" (Gesualdo, I, pág. 141). Este teatro luego se llamó Argentino y fue demolido en 1872. En 1838 inició sus representaciones en el Teatro de la Victoria, en la calle H. Yrigoyen (entonces Victoria) entre Tacuarí y Bdo. de Yrigoyen, y en 1884, el teatro Buen Orden, en la calle Bdo. de Yrigoyen (entonces del Buen Orden). 



PRECURSORES


La primera figura que tuvo verdadera importancia como músico argentino e impulsor del movimiento cultural musical en nuestro medio fue Juan Pedro Esnaola, nacido en Buenos Aires en 1808 y muerto en 1878. Su recuerdo se ha perpetuado sobre todo por su versión del Himno Nacional Argentino realizada en 1860, y aceptada después oficialmente. 


Esteban Echeverría 

(1805 - 1851)


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Poeta, escritor, sociólogo, era además un buen guitarrista, y Juan María Gutiérrez dice que "...escuchándole pulsar ese instrumento podemos comprender que fuera su consuelo e inspiración cuando componía sus poesías". 








Juan B. Alberdi 

(1810 – 1884)


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 No sólo fue un intelectual y político de elevada formación filosófica, sino buen ejecutante en piano y compositor de melodías de acertada inspiración, además de ejercer la crítica musical. Su método para el aprendizaje del piano fue incluido en el reglamento del Colegio Santa Rosa, en San Juan, en 1839, por Sarmiento. 






Amancio Alcorta 

(1805 – 1862)


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Aunque no era profesional, cultivó el arte musical con destreza y es de lamentar que la mayor parte de su producción se haya perdido, pues en la que se ha conservado se nota claramente la presencia de elementos musicales americanos. 






Francisco Hargreaves 

(1849 – 1900

Era un excelente pianista y recopiló varias piezas del repertorio criollo. Su primer trabajo importante fue La gata blanca, primera ópera de un músico argentino. 


Ventura R. Lynch 

(1851 – 1883)

 Aficionado a la música y a la pintura, se interesó vivamente en el folklore musical y poético, publicando El cancionero bonaerense, libro que fue el primero que se escribió en nuestro medio sobre el tema. Hoy resulta de inapreciable valor documental. 


Alberto Williams 

(1862 – 1952) 

Pensionado por el gobierno para estudiar en París, ingresó en el conservatorio de dicha ciudad estudiando bajo la guía de grandes profesores, como: Mathias, Bériot y Durand, además de recibir clases de César Franck. Al regresar a Buenos Aires, fundó y dirigió el Conservatorio de Música de Buenos Aires desde 1893, y tuvo discípulos que pronto se distinguieron como intérpretes de valía. 

En el terreno de la didáctica, realizó una valiosa obra de difusión para la enseñanza del piano; como compositor, se destacó en el género sinfónico, y por sus páginas para canto y piano, de fluida inspiración, utilizando la temática  folklórica en obras de elaborada factura.

El Rancho abandonado, Milongas y muchas piezas más, lo ubican entres los primeros compositores que supieron valorar nuestro rico folklore. Fue miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes y vicepresidente de la Comisión Nacional de Cultura. 


Arturo Berutti 

(1862 - 1938) 

Nació en San Juan, y era descendiente del prócer de la Independencia. Becado por el gobierno, marchó a Europa en 1884, donde estudió en el Conservatorio de Música de Leipzig. Escribió varias óperas como Pampa, Yupanqui y Los héroes, en las empleó motivos del cancionero criollo; fue el primer músico argentino que compuso un drama lírico con argumento nacional. 


Julián Aguirre

(1868 - 1924)


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Nacido en Buenos Aires. Cuando sólo contaba con 4 años de edad, su familia lo llevó a España, donde su padre instaló un negocio para la venta de pianos. El gran compositor Español Isaac Albéniz era amigo de la casa y muchas veces entretuvo al pequeño con uno de sus instrumentos. Ya adolescente, estudió música con éxito singular, ganando varios premios como pianista antes de cumplir los 18 años. 

En 1887 volvió a nuestra ciudad con sus padres; apenas recordaba la ciudad de su niñez y mucho le impresionó el contraste de la gran "aldea" con Madrid y otras ciudades españolas que había conocido. Aunque sus estudios y actividades musicales habían sido encauzados hacia la música universal, Aguirre pronto sintió especial predilección por los temas del estilo argentino, escribiéndolos en la intimidad, pues raramente los daba a conocer a sus amistades. 

Pronto su arte  reflejó con calidad exquisita lo que hasta entonces parecía estar oculto en el alma de nuestro pueblo, como esperando que él apareciera; su música es sencilla, llena de sugerencias de pampa, gaucho, soledad infinita. Fue como si todo el proceso laborioso de la América en formación se hubiese concentrado en su personalidad. 

Como siempre que se está gestando la formación de un arte nacional, un compositor entre muchos otros es el que con su obra señala el camino a seguir, y en el caso de Julián Aguirre, tiene un significado telúrico del mismo valor que la de Hernández y Lugones, no por la dimensión (su producción es reducida e íntima), sino porque sintetiza el punto en que nace el más puro y límpido arte argentino. 

Su obra principal consiste en piezas para piano y canciones: Aires criollos, Tristes, Huella y Gato son muestras de su labor de estilización de lo nativo, que hasta entonces había sido totalmente ignorado por los concurrentes a los salones de su juventud. 

Sentía gran amor por los niños, a los que dedicó sus canciones infantiles, de vena melódica inspirada y gran emotividad, aunque en una ocasión aclaró que "no eran para ser cantadas por los niños, sino para los niños". 


Cayetano A. Silva 

(1868 - 1920)

Nacido en San Carlos, Uruguay, se radicó en Rosario, donde fundó un Conservatorio de Música. Fue autor de la Marcha de San Lorenzo, en 1902, y la de Curupaytí, en 1905. 


Héctor Panizza 

(1875 - 1967)

Nació en Buenos Aires y, heredero del talento de su padre, que también era músico, pronto se destacó y mereció ser becado para completar sus estudios en Italia, donde ingresó en el Conservatorio "Verdi" de Milán. 

Allí actuó como director de orquesta, con tanta eficacia que el gran maestro Arturo Toscanini lo designó como segundo suyo en la dirección del teatro de la "Scala" de dicah ciudad y también compartió con él la dirección del "Metropolitan" de Nueva York. En Buenos Aires dirigió la orquesta del Teatro Colón durante varias temporadas. 

Entretanto, había compuesto las óperas Bizancio, Medioevo latino y Aurora; a esta última pertenece la Oración a la Bandera, que se canta en nuestras escuelas, enriqueciendo el repertorio de marchas e himnos patrióticos. 



SOCIEDADES MUSICALES


Hacia 1880 la actividad de los aficionados se evidencia por las numerosas sociedades musicales, dedicadas al canto orfeónico, lírico, conciertos, representaciones teatrales, etcétera, que excedían las treinta. 

Aunque los datos no siempre permiten establecer con exactitud la actividad en provincias, los periódicos, revistas y correspondencia varia demuestran el movimiento musical en Mendoza, San Juan, San Luis, Catamarca, La Rioja, Tucumán, Salta, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, etcétera. 

A medida que el país adquiría el pleno goce de la paz interior, surgieron sus escuelas y la sociedad inició una etapa de normalidad democrática y de libertad, los artistas pudieron volcar sus ideas en expresiones espontáneas y personales que, con el correr de los años, mostraron rasgos verdaderamente originales de la inspiración de un pueblo nuevo. Entretanto, el gobierno creó becas para que los músicos realizaran estudios de perfeccionamiento en el exterior, tal como hemos visto al tratar los "precursores". 



Bibliografía: Cultura Musical, Oscar S. Bareilles










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