ESCUELAS NACIONALES DE MÚSICA

CULTURA MUSICAL: LAS ESCUELAS NACIONALES



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En la música, el de las Escuelas Nacionales fue un movimiento artístico que se propuso poner de relieve las características autóctonas de países hasta entonces desvinculados de aquellos de tradición musical cimentada, como Italia, Francia y Alemania. 

Esas características pueden enumerarse como: rítmicas, giros melódicos especiales, modos exóticos, armónicas, tímbricas o de color instrumental, que predominaban en pueblos de arraigada cultura, pero que no se habían manifestado en su arte musical. 

En cada una de esas escuelas nacionales halló el público europeo expresiones desconocidas, inspiradas en el paisaje, sensibilidad y tendencias originales de cada raza. 

Los músicos adoptaron las técnicas del Romanticismo adaptándolas a su propia música nativa, con lo que lograron medios sonoros de expresión novedosos, mas sin penetrar en las abstracciones que invadían el arte moderno. 

En la difusión de ese movimiento nacional de la música, es justo señalar la incidencia que le cupo al célebre compositor y pianista Franz Liszt, que generosa y espontáneamente apoyó y estimuló a músicos como Glinka, Borodin, Rimsky Korsakov, Grieg, Smetana, Albéniz, etcétera, que fueron los "padres" de las nacientes escuelas de Rusia, Noruega, Bohemia y España (J. Aubry - La música y las naciones)



RUSIA

Antes del siglo XIX la música era en Rusia un "artículo de importación", exótico, destinado a las clases superiores (H. Lang). Los zares habían querido civilizar a Rusia cultivando la cultura occidental, pero sin considerar las preferencias del pueblo -   que tenía tradiciones milenarias - al que no consultaban y que, en verdad, no pudo manifestarse hasta el advenimiento de su poeta máximo, Alejandro S. Pushkin (1799 - 1837).

Tanto en los salones aristocráticos como en el teatro de ópera, se prefería la música francesa e italiana; el monopolio de las óperas lo tenían compositores como Paisiello y Cimarosa, viajeros ocasionales. Cuando éstos advirtieron el naciente sentimiento nacional, no demoraron en incluir algunas canciones vernáculas rusas en sus óperas, para darles cierto "color" local.

Esa mezcla superficial de estilos no podía satisfacer al público de un país de tradiciones tan acendradas, y fue así como, estimulado por sus amigos y poetas literatos, Miguel Glinka (1804 - 1857) escribió la primera ópera rusa, La vida por el Zar, en 1836, a la que había de seguir Russlan y Ludmila. En ambas se advierte la inclusión de páginas del folklore musical nativo, aunque la forma y la técnica hayan sido italianas. 

Los aristócratas que asistieron a las representaciones de estas obras, al notar la presencia de temas populares, las calificaron despectivamente de "música para cocheros"... sin percatarse de que estaban siendo testigos del nacimiento de una música "artística" nacional.



EL GRUPO DE "LOS CINCO"

Uno de los discípulos de Glinka, Alejandro Dargomisky (1813 - 1869), autor de una ópera de estilo wagneriano El convidado de piedra, sobre texto de Pushkin, y otras más, agrupó en torno a sus enseñanzas a cinco compositores que ejercieron influencia definitiva sobre el arte musical ruso. 

Su actuación se produjo en San Petersburgo, y se propusieron desdeñar toda influencia y herencia musical de Occidente para concretar una escuela nacional rusa. Ellos fueron: 


  • Alejandro Borodin

(1834 - 1887)

Distinguido químico, médico y militar, fue atraído hacia la música por Balakirev. Compuso la ópera El príncipe Igor, el poema sinfónico En las estepas del Asia Central, el ballet Mlada, otras obras diversas, que constituyen su aporte al "grupo". 


  • César Cui

(1835 - 1918)

Era un técnico militar especializado en fortificaciones, que consagraba sus ocios a la música, especialmente vocal. Escribió varias óperas de éxito, pero sin participar en el entusiasmo de sus compañeros por el folklore nacional.


  • Mily A. Balakirev

(1837 - 1910)

Técnicamente formado en la escuela musical francesa, compuso dos poemas sinfónicos: Rusia y Thamar, además de la fantasía oriental Islamey.


  • Modesto Mussorgsky

(1839 - 1881)

También militar, su talento para la música fue excepcional, tanto en audacia armónica como en originalidad, aunque careciera de suficiente técnica. Utilizó las escalas derivadas de los modos bizantinos, propios de la iglesia rusa. 

Fue autor de las óperas Boris Godúnov, retocada por R. Kórsakov, en la cual es de destacar que el personaje central es el pueblo, representado por el coro, y Kovántchina

Asimismo, compuso los poemas sinfónicos Cuadros de una exposición, originalmente para piano, pero que M. Ravel instrumentó, y Una noche en el Monte Calvo, a los que hay que añadir varias obras para piano, canto y piano, etcétera.


  • Nicolás A. Rimsky-Kórsakov

(1844 - 1908)

Era oficial de marina, pero abandonó esa carrera para iniciar estudios de música con Balakirev, que luego interrumpió, llegando a ser, como autodidacto, un virtuoso de la armonía y la orquestación. Compuso varias sinfonías, los poemas sinfónicos: Capricho Español, Scheherezade, Gran Pascua Rusa y las óperas: El zar Saltan, Pan Voievoda, El gallo de oro, etcétera.


  • Pedro I. Chaikovsky

(1840 - 1893)

No participó del grupo de los "cinco", porque prefirió conservar su independencia temática, aunque su obra es nacional como la de aquellos y poseyó una técnica superior. Su capacidad para reflejar el sentimiento popular lo aproximó a la masa de oyentes, que se sintió atraída por su melodía y orquestación estupendas. 

Entre sus óperas cabe señalar la importancia de Eugenio Onéguin, sobre la novela de Pushkin, y la Dama de Pique. Sus sinfonías son seis, de las cuales la 5° y la 6°, Patética, se han consagrado en el plano universal; obertura-fantasía Romeo y Julieta; fantasía Francisca de Rimini; Obertura 1812; ballets: Cascanueces, Lago de los Cisnes y Bella Durmiente.

De sus tres conciertos para piano y orquesta, el que se halla en SIb, ha adquirido inmensa popularidad, por su riqueza melódica y sabor étnico, con brillante despliegue pianístico y orquestal. También es suyo el concierto en RE, para violín y orquesta.



CHECOSLOVAQUIA

La música checa estaba fuertemente influida por la alemana aunque el pueblo bohemio repudiaba el dominio austro-húngaro y clamaba por liberarse de él. Fue con Federico Smetana y Antonio Dvorak que la música autóctona adquirió suficiente importancia como para competir con la de los imperios limítrofes. 


  • Federico Smetana

(1824 - 1884)

A este músico se le ha llamado "padre de la música checa", dado que fue él quien primero descubrió los valores del folklore bohemio. Su ópera La novia vendida es la joya máxima en la producción lírica de este compositor; de características formales similares al singspiel, alcanzó rápido éxito. 

En ella se entrelazan la canción folklórica y la danza popular con natural espontaneidad, alegría y optimismo, sin producir la impresión de "injerto" forzado. Asimismo, compuso la ópera Dalibor, entre otras.


  • Antonio Dvorak

(1841 - 1904)

Fue un músico de depurada técnica y fácil inspiración, discípulo de Smetana, que compuso muchas obras de gran aceptación entre el público que lo consideraba representante genuino de la escuela checa, al igual que a su maestro. 

De sus obras es la 5ª sinfonía, llamada del Nuevo Mundo e inspirada en su estada en Norteamérica, la que ha tenido más amplia y merecida acogida, en la cual se destacan sus temas que expresan reminiscencias del canto nostálgico de los spirituals negros. 


  • Leos Janacek

(1854 - 1928)

Debe mencionarse también a este compositor, que con su ópera Jenufa ha penetrado en el carácter nacional checo.



ESCANDINAVIA

Los países escandinavos fueron muy ricos en expresiones folklóricas y sus navegantes tenían fama de amar el canto; a ellos se debe la conservación de as antiguas leyendas germánicas. 

  • Dinamarca. Corresponde citar a Niels Gade (1817 - 1890), cuya música fue profundamente influida por Mendelssohn y Schumann, pero contiene rasgos nacionales notables. 
  • Noruega. La figura de mayor relevancia de este país ha sido la de Eduardo Grieg (1843 - 1907), que profundizó el folklore noruego; a través de su interpretación  de la poesía de Ibsen, escribió la música para escena de Peer Gynt

Sus sonatas para piano y violín reflejan el temperamento racial del autor, asimismo presente en su cuarteto en SOL menor. Su concierto para piano y orquesta, en LA menor, de característico "sabor" nórdico, ha logrado un lugar permanente en el repertorio de todos los grandes pianistas, y las danzas noruegas son una expresión sincera y honesta reconocida por los músicos más avanzados de su época. 

En las piezas breves para piano se destaca por la originalidad de su rítmica, frescura nativa y gracia de expresión. 



FINLANDIA

Su máximo exponente es Juan Sibelius (1865 - 1958), cuya obra más conocida es el poema sinfónico Finlandia, impregnado de profundo color nacional, sin recurrir al tema folklórico. Su técnica y procedimientos son adquiridos de los maestros germánicos, pero con un contenido netamente finlandés. 

Con sus obras Leyenda y el Cisne de Tuonela, entre otras, ha despertado la admiración y el respeto de su pueblo, cuyo gobierno le concedió una pensión liberal durante toda su vida, con la única obligación de crear música como lo indicara su genio.



ESPAÑA

Pese a los gloriosos antecedentes que existían en España, de músicos como Antonio de Cabezón y Luis de Victoria, en el siglo XVIII la preponderancia de la música italiana había desvanecido el recuerdo de sus obras y sólo se componían algunas zarzuelas de menor fuste. 

Fueron dos músicos españoles los que lograron una especie de "renacimiento" de la pasada época: 

  • Asenjo Barbieri (1823 - 1894). Buscó en el acento popular los temas para sus zarzuelas, a la vez que estudiaba algunos manuscritos de la polifonía profana de los siglos XV y XVI. 
  • Felipe Pedrell (1841 - 1922). Merced a su tesón y a una actividad increíble, logró estudiar a fondo la musicología de su país, publicando serios trabajos que permitieron conocer su antigua música, a través de investigaciones en el terreno del canto folklórico de las diversas regiones españolas. 

Como músico, compuso varias óperas de carácter histórico, como Los Pirineos, La Celestina y Raimundo Lulio, además de poemas sinfónicos y diversas obras de cámara. 

Tuvo la gloria de conducir a dos jóvenes artistas: Enrique Granados y Manual de Falla, cuya obra constituye de por sí una clara manifestación de lo español. 


  • Isaac Albéniz (1860 - 1909). Lo que había hecho Pedrell por la ópera fue realizado por Albéniz en su música para piano. Fue un niño precoz que despertaba admiración por sus ejecuciones en el piano. De carácter inquieto, realizó numerosas giras que incluyeron a América. 

Fervoroso admirador de Franz Liszt, de quien recibió lecciones y respetuoso de F. Pedrell, que rescató la música folklórica española, supo orientarse en sus composiciones que son fieles a su raza, sin que ello coartara su fuerte inventiva. 

Su obra Iberia evoca el espíritu de lo nacional, sus jardines, sus colores, su melancolía y su fuerte acento, en doce piezas de una extraordinaria técnica pianística y capacidad de innovación asombrosas. 

"Iberia es la maravilla del piano; tenemos en ella la obra maestra de la música española, la meta del flamenco y la cúspide del estilo gitano"

Almeria y Triana son otras dos expresiones de su arte. Asimismo escribió la ópera cómica Pepita Giménez, de éxito perdurable en todos los países de habla hispánica. 


  • Manuel de Falla (1876 - 1946). Se lo considera el genio musical más completo que haya poseído España. Después de profundos y concienzudos estudios musicales y del folklore nativo, viajó a París para estudiar las obras de Debussy, Dukas y Ravel, a quienes frecuentó y pidió consejo. 

Su arte es sobrio y refinado, con una perfecta técnica orquestal que sabe evocar el ambiente español más verídico, sin caer en ningún amaneramiento. Aunque su producción consta de pocas obras, ello no ha impedido que ellas trasciendan el marco de su país, y se proyecten en la música universal del siglo XX.

En esa música está el "color" español, pero realizado con tal pureza y exhaustiva perfección que lo convierte en el representante del arte español contemporáneo. Decía que "no quería valerse de los elementos musicales populares sino recurrir a las fuentes naturales, aún vivientes; aprovechar su ritmo, sus modalidades y los intervalos melódicos... porque las melodías de todos los tiempos tuvieron en su textura elementos nacionales".

Aceptó como positiva la influencia de Debussy, y asimismo la de Albéniz y Viñes, a quienes visitó en París en 1907, donde según dijo: "... flota como un perfume de lo español..."

Precisamente, era Debussy quien estaba utilizando efectos armónicos  que, según le hizo notar de Falla, se hallan naturalmente en el folklore andaluz y que los nativos producían de manera espontánea, sin asignarles mayor importancia. 

Trabajó casi 20 años en la obra La Atlántida, que es mitad oratorio y mitad ópera, pero no logró concluirla, quedando sus apuntes confiados a nuestro compatriota, el gran maestro argentino Juan José Castro, a quien él había elegido como el mejor intérprete de sus obras. 

Falleció en nuestro país, en la ciudad de Carlos Paz, en Córdoba, donde había hallado un refugio para sus últimos años, y "disfrutaba de su cielo estrellado..." como él dijera. 

Algunas de sus obras son: El amor brujo, Noches en los jardines de España, La vida breve, El sombrero de tres picos, El retablo de maese Pedro, inspirado en el Quijote, etcétera.


  • Enrique Granados (1868 - 1916). Alumno de Pedrell, fue un compositor de gran musicalidad, que surge de sus obras ricas en melodías y fuerza emotiva. Excelente pianista, compuso la música de series como Goyescas, inspirada en los tapices del célebre pintor español Francisco de Goya; Danza española, Tonadillas, etcétera, que merecieron el elogio de compositores como Grieg y Messenet. 

Aunque estudió en París, donde se perfeccionó, su fuerte personalidad e hispanismo lograron sustraerle de la posible influencia de la música francesa. 

  • Joaquín Turina (1882 - 1916). Estudió en Francia, en la Schola Cantorum y se impregnó de las enseñanzas de César Franck, cuya influencia se hace presente en sus primeras obras. 

Posteriormente, y por consejo de Albéniz, a quien admiraba, se inclinó hacia un arte más español. En sus obras Sevilla, Danzas fantásticas y La procesión del Rocío, es donde Turina alcanza su mayor jerarquía, pues su música descriptiva es de incomparable sabor nacional. 


  • Joaquín Rodrigo (1902 - 1999). Estudió composición con el músico francés P. Dukas y después lo hizo con de Falla, cuyos consejos y enseñanzas influyeron en su carrera. Fue a París becado, y allí, gracias al gran interés que despertaron, fueron publicadas varias de sus obras.

De regreso a España, escribió el Concierto de Aranjuez, para guitarra y orquesta, con el cual alcanzó un posición destacada en la música española. Su obra comprende música de cámara, para orquesta y escénica. 


Bibliografía: Cultura Musical 3, (Oscar S.Bareilles)



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