MÁS QUE UN SUEÑO
MÁS QUE UN SUEÑO
Algunas veces la formalidad es oportuna. Bueno, casi siempre. Pero ahora quiero dejar un poco las formalidades del idioma musical y explicarles lo más breve que me sea posible el cómo llegué a dar clases.
En el techo del placard de mis abuelos paternos había una guitarra criolla adentro de su funda. Yo tenía 5 o 6 años de edad. Cada vez que iba a la casa de mis abuelos les preguntaba por “eso que hay arriba del ropero”. Ellos me respondían la verdad, pero no querían bajar la guitarra porque claro, yo era chica y normalmente un pibito de esa edad te rompe hasta la paciencia.
Un día, capaz que se cansaron, y la bajaron. Con todo el miedo del mundo me la entregaron en las manos, prácticamente en la falda, (como cuando entregás un bebé en la falda del hermanito). O sea, aterrados de que desparrame la guitarra en el suelo. Y cuando la tuve en las manos, me enamoré. Empecé a rascar las cuerdas (como si entendiera algo) y cantaba una zamba de Horacio Guaraní, creo. Y así empecé.
Como pareció haberme gustado me preguntaron si quería estudiar. Obviamente dije que sí. Y fui a un profesor particular desde los 6 años. A los 9 me dieron una beca para estudiar en el Instituto Dante Alighieri que estaba acá, en San Genaro y “Pacho” era el profesor. Aprendí a cantar y a tocar la guitarra. No sé si era buena guitarrista, pero era buena como estudiante (al menos no se han quejado).
Empecé con el folclore y después me fui “desvirtuando” o en realidad, ampliando. Románticos, rock nacional, folclore. (NUNCA CUMBIA).
Participé en actos de la escuela con la guitarra y la voz. Alguna vez me invitaron a la ciudad de Santa Fe a una escuela que no era en la que yo era alumna. Eso fue bueno. Y seguí estudiando. Hasta que crecí y llegaron los problemas de gente grande. Entonces la guitarra quedó en la funda, arriba de mi ropero, durante 6 años largos.
Creí que no iba a acordarme ni de cómo afinar una guitarra. Sin embargo, cuando volví a tenerla en mis manos, era como si nunca hubiese dejado de hacer música. Hasta creí que tocaba mejor que antes (habrá sido la abstinencia). Llegó la fibromialgia que no me permitía tocar la guitarra todo el tiempo que quería y mucho menos ser concertista que era mi deseo. Pero para ser un maestro de música, antes tenés que ser un músico frustrado.
Y ahí estaba yo, una concertista frustrada con ganas de seguir haciendo algo con la guitarra. La situación laboral no ayudaba, no había trabajo (al menos yo no conseguía). Y nació <Tu Aula de Música>.
Mi abuela Laura, la que me dio la guitarra, siempre quiso que yo sea maestra. Nunca quise. La vida me llevó a que cumpla SU sueño y a darme cuanta de que, al final, también era el MÍO.
Ahora, la cuarentena me descolocó, pero me dio la posibilidad de terminar una parte del sueño: “el título” para Teoría Musical. Así que me siento “casi completa”.
Tengo facebook de guitarra, un centro de clases particulares, alumnos que adoro, un blog de música, MUCHAS personas que me apoyan y 31 años. No me falta nada. Me quedaba hacer este artículo nada más. Ahora ya está. Voy a buscar otro sueño para perseguir. ¡Gracias!
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